La situación actual de Telecinco y su programa vespertino ‘TardeAR’ ha generado un cúmulo de críticas y reflexiones sobre la deriva ideológica y el rendimiento económico del canal. Mientras algunos pueden comprender la reticencia a despedir a una presentadora que ha utilizado un lenguaje inapropiado para referirse al Presidente del Gobierno, lo que resulta verdaderamente desconcertante es la persistencia del grupo audiovisual en mantener un programa que, según muchos, ha fracasado estrepitosamente.
Desde su inicio, ‘TardeAR’ ha sido considerada una apuesta fallida, un proyecto condenado al fracaso que, sin embargo, continúa en antena debido a la obstinación de sus directivos. Este empecinamiento parece estar motivado más por el orgullo que por la razón, y aquellos que en su momento albergaron esperanzas en que Ana Rosa Quintana revitalizaría las tardes televisivas ahora se ven obligados a confrontar su error. Inicialmente, se nos vendió la idea de que el formato necesitaba tiempo para consolidarse, que era demasiado pronto para juzgar sus audiencias. Sin embargo, tras siete meses en pantalla, el programa sigue sin despegar.
Los datos de audiencia son elocuentes y no dejan lugar a dudas. El pasado martes, ‘TardeAR’ volvió a registrar una audiencia por debajo del 10% de cuota de pantalla, una cifra alarmante que refleja su bajo rendimiento. Este dato se suma a una media diaria que tampoco alcanza niveles satisfactorios. Es especialmente significativo el dato obtenido el viernes, coincidiendo con el anuncio del cáncer de Kate Middleton. En un día en el que el programa podría haber destacado como referente informativo al tratar un tema de interés para su público potencial, apenas logró alcanzar un modesto 10,4% de share. Este resultado se sitúa tres puntos por debajo de su competencia directa, Sonsoles Ónega, quien supo capitalizar el anuncio real para superar el millón de espectadores y alcanzar una cuota de pantalla del 13%.
Si observamos los datos de audiencia de Telecinco en los últimos meses, nos damos cuenta de que el rendimiento de ‘TardeAR’ no difiere significativamente de la media del canal. Desde esta perspectiva, podría considerarse un problema menor dentro del panorama general de bajo rendimiento. Sin embargo, el verdadero problema radica en la decisión de Mediaset de cancelar un formato que alcanzaba audiencias considerablemente superiores, con la esperanza de mejorar sus tardes televisivas. Desafortunadamente, ‘TardeAR’ no solo no ha cumplido con esta expectativa, sino que ha sumido las tardes de Telecinco en la más absoluta intrascendencia. Es importante recordar que el programa anterior, ‘Sálvame’, disfrutaba de un éxito considerable, por si alguien ha olvidado su nombre o siente rechazo al mencionarlo.
Resulta difícil comprender por qué una cadena cuyo único propósito es maximizar sus beneficios se ha permitido el lujo de prescindir de un producto rentable para sustituirlo por otro defectuoso. Esta es una incógnita que puede atribuirse a la falta de humildad para reconocer y corregir los errores, o a posibles motivaciones políticas que justifiquen mantener en antena a una presentadora con posturas ultraconservadoras. Sin embargo, es discutible hasta qué punto este servilismo ideológico está justificado cuando el mensaje del programa alcanza a tan poca audiencia.
Ana Rosa Quintana ya no es solo una figura incómoda para las personas de izquierdas, sino que también está desfasada en términos de su capacidad para conectar con el público mayoritario que consume televisión en horario vespertino. ‘TardeAR’ representa más de lo mismo: un retorno al pasado carente de ingenio. El programa se sustenta en una serie de colaboradores que actúan como meros mercenarios, sin aportar ninguna personalidad o valor añadido al formato. Les da igual debatir sobre temas de gran trascendencia como la agresión sexual que sobre el precio del pescado. Son fichas intercambiables que opinan sobre lo que toca cada día y cobran su cheque sin mayor compromiso.
Este nuevo programa de Ana Rosa carece de la credibilidad necesaria para ser considerado un espacio periodístico riguroso, y tampoco logra entretener al espectador con una dosis de surrealismo o ingenio. Es aburrido, tendencioso e intrascendente. La audiencia apenas habla de él, a menos que susciten polémica invitando a personas que se burlan de la Ley Trans o que la presentadora recurra a insultos infantiles para referirse a Pedro Sánchez. ¿Hasta cuándo se prolongará esta situación? ¿Volverá ‘TardeAR’ en septiembre? Hace algunos años, la continuidad del programa habría sido incomprensible, pero dadas las decisiones recientes de Mediaset, tengo la sensación de que seguirán pagando el sueldo de doña Ana Rosa.